La vida a bordo resultaba bastante monótoma y aburrida. Navegaban entre dos cielos. A cualquier lado que se mirase ofrecíase el mismo espectáculo con escasas variaciones. Carlos, bien arropado para resguardarse de loas impetuosos vientos marinos, dirijia de vez en cuando la visita a los barcos de su armada que le seguían en dos alas; otras veces se distraía oyendo las bufonadas de su menino Juan Bobín.
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